La aparición del automóvil incrementó enormemente la circulación por carretera y agudizó un antiguo problema: el de la relativamente escasa solidez de los firmes y, sobre todo, el paso de los motorizados vehículos, cuyo tránsito provocaba la formación de remolinos sobre el firme que aspiraban el polvo depositado en los intersticios, deteriorando enormemente las carreteras macadamizadas. La necesidad de recubrir la superficie de estas carreteras y comunicarle más solidez llevó a la difusión de dos técnicas ya existentes, pero que no habían alcanzado todavía mucho éxito: el firme de hormigón y el asfaltado.

    La carretera de argamasa y hormigón-conglomerados formados con arena, agua y un aglutinante hidráulico como cal o cemento- se había ya experimentado en los tiempos de los romanos, y en la primera mitad del SIGLO XIX se reintrodujo el uso de estos materiales. En Austria, Escocia y Estados Unidos se construyeron carreteras de hormigón. En ese período empezó a utilizarse el asfalto-un material que se encuentra en la naturaleza y puede trabajarse de diversas maneras- para recubrir calzadas macadamizadas y pavimentadas, obteniendo en algunos casos, inmejorables resultados.

FUENTE ENTESPA

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