En los últimos dos artículos aprendimos algo sobre la importancia de las estrellas en la Biblia y también sobre los avanzados conocimientos que los babilonios y medo-persas tenían en cuanto a la observación de los cielos. Ahora nos falta otra pieza clave: el lado teológico. La primera vez que el nacimiento del Mesías se relaciona en la Biblia con una estrella es en Números 24:17. La profecía en cuestión sale en un mensaje de un personaje un tanto enigmático: Balaam. Sabemos muy poco de su vida, salvo que su padre se llamaba Beor y que vivía en Petor, una localidad no muy lejos de Harán y Carquemis, en la parte occidental de Mesopotamia. Balaam no era profeta en el sentido clásico (aunque el Talmud lo considera como uno de los siete profetas gentiles, juntamente con su padre, Job y sus cuatro amigos). Además tenemos un hallazgo arqueológico que confirma estos datos bíblicos: una inscripción que fue descubierta en Deir Alla en Jordania en el año 1967. Existe una tradición antigua que dice que Balaam podría haber sido un miembro de los magi, incluso su fundador. Aunque no tenemos pruebas concluyentes en cuanto a este hecho, nos llama la atención que Balaam era un hombre conocido, un “vidente” (aunque no en la forma como se usa la expresión hoy en día) al estilo de la lista que tenemos en Daniel 2:2 (de este versículo hablaremos más adelante). De todos modos, este hombre era conocido a nivel internacional en aquellos tiempos. El hecho es que este personaje misterioso relaciona por primera vez la idea de la estrella con el nacimiento del Mesías: “Lo veré, más no ahora; lo miraré, más no de cerca: saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel…” (Números 24:17)
Después de Génesis 3:15 y Génesis 49:10 es la tercera profecía mesiánica del Pentateuco. Y de esta manera aprendemos tres cosas sobre la venida del Mesías: 1. Está relacionada con una estrella 2. Esa estrella ti DANIEL Y LA PROFECÍA Después del episodio de Balaam pasan los siglos y aparece en la historia del pueblo judío uno de sus profetas más importantes: Daniel. En el año 605 fue secuestrado, juntamente con otros jóvenes judíos, en un ataque de los babilonios y llevado a su capital. Allí -nos cuenta la historia sagrada en el capítulo 1 de Daniel- los babilonios les enseñaron su idioma y escritura y finalmente leemos como “Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.” (1:17) Finalmente nos dice el versículo 20 que Nabucodonosor consideró a Daniel y sus amigos “diez veces mejor que todos los magos y astrólogos que había en su reino.” El gran momento para Daniel vino precisamente a raíz de un sueño de Nabucodonosor: solo Daniel podía interpretarlo correctamente. Los “magos, astrólogos, encantadores y caldeos” no sabían que decir. Ya sabemos quiénes eran los magos y los caldeos. Y los astrólogos y encantadores eran simplemente otro grupo de personas que el rey consideraba como sabios y capaces para ayudarle a entender sus sueños. Es curioso que la palabra para “mago” en la septuaginta (la traducción al griego del AT) en el pasaje de Daniel 2 es la misma que Mateo usa en su evangelio para hablar de los “sabios de Oriente”. Y acto seguido, Daniel es nombrado entre otras cosas “jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.” Ahora el que mandaba sobre los personajes más ilustres de la potencia mundial número uno era un profeta judío. El puesto de Daniel no era simplemente un puesto honorífico, sino que además incluía de su parte una enseñanza activa. Indudablemente, Daniel sabía relacionar la profecía de Balaam (que los sabios babilonios conocieron también por otra vía) con las cosas que Dios ahora le iba a revelar personalmente: el tiempo de la venida y la muerte del Mesías.
FUENTE NOTICIAS PROTESTANTES